CAPÍTULO 7
El Calderón era un barco de unos seis metros, de
formas esbeltas y velas rojas que, rápidamente se alejó del puerto con las
velas hinchadas por la fuerte brisa.
Durante
varios días navegaron por un mar tranquilo, con las velas desplegadas, bajo un
cielo de intenso color azul. Artus y Lior recordaban anécdotas de sus pasadas
aventuras, mientras Nyx contemplaba fascinado los juegos de los delfines
listados, que saltaban y retozaban a ambos lados de la proa del barco.
Sin embargo,
cuando estaban a punto de alcanzar su destino, el tiempo cambió. En un momento,
se formó una tormenta sobre ellos que estalló con fuertes truenos, haciendo que
las olas zarandearan con violencia la pequeña embarcación. Artus y Nyx
recogieron las velas mientras Lior luchaban con el timón, intentando mantener
el rumbo, sin chocar con los arrecifes.
De pronto,
una ola enorme se alzó sobre el barco y embistió contra él con furia. Artus y
Nyx cayeron al agua en medio del fuerte oleaje; moviendo con desesperación los
brazos y las piernas para mantenerse a flote, los dos hermanos se aproximaron
todo lo que pudieron.
—Nada hacia
el acantilado —gritó Artus entre el ensordecedor ruido de los truenos.
Nyx asintió
con la cabeza, sin querer malgastar las pocas fuerzas que le quedaban gritando
y empezó a nadar hacia donde le había dicho su hermano. Artus nadaba
ligeramente por detrás vigilando que no desfalleciera.
Cuando ya
estaban muy cerca de los acantilados, el mago, haciendo un esfuerzo
desesperado, logró invocar un hechizo y por un instante, las espumosas olas que
chocaban con violencia contra las rocas, se calmaron permitiendo a los dos
agotados hermanos alcanzar una zona segura.
—¿Estás bien?
—jadeó Artus apoyando una mano en la espalda de su hermano que, tumbado boca
abajo, respiraba entrecortadamente.
—Sí —contestó
Nyx entre jadeos—. ¿Y tú?
—Sin novedad
—respondió el mago levantándose—. Venga, subamos al templete.
—¿Y Lior?
¿Crees que estará a salvo? —le preguntó Nyx mirando preocupado hacia el
embravecido mar.
—Claro que sí
—le tranquilizó Artus—. Lior sabe cuidar de sí mismo.
Ascendieron
por un estrecho camino y junto al borde del acantilado, vieron el templete de
madreperla. Artus, como siempre, entró solo e invocó el hechizo para hacer
aparecer la esfera mágica. Estaba guardándola en su morral, cuando escuchó a su
hermano llamándolo con urgencia. Salió a toda prisa y encontró a Nyx en el
suelo forcejeando con una repugnante lamia.
El muchacho
gritó de dolor cuanod la lamia le mordió, clavándole los afilados dientes en el
hombro. Artus avanzó, desechando la magia pues luchaban estrechamente, cogió
los largos cabellos de la criatura y la apartó de su hermano con pasmosa
facilidad. La lamia retorció su esquelético cuerpo, abrió la boca cuajada de
amarillentos y afiliados dientes y lanzó un espeluznante grito; luego, echó las
manos hacia atrás intentando desgarrar a Artus, pero éste la golpeó con el
canto de la mano en la nuca consiguiendo que se desmayara.
Nyx se
incorporó vacilante, pasándose el dorso de la mano por la frente.
—¡Estás
temblando! —exclamó Artus preocupado—. ¿Te duele mucho?
—No es por el
dolor, es por el asco —respondió Nyx con repugnancia extendiendo los brazos. La
parte delantera de su túnica estaba manchada por la baba amarillenta de la
lamia—. ¡Tengo que lavarme! —Se estremeció de asco.
Artus ayudó a
su hermano reprimiendo una sonrisa y bajaron nuevamente a la orilla del mar.
Enseguida vieron el barco de Lior y a éste junto a él.
—¡Menos mal
que estáis bien! —exclamó aliviado—. Estaba muy preocupado.
—Y nosotros
por ti —respondió Artus sonriendo feliz.
Lior miró las
ropas sucias de baba y sangre de Nyx.
—¿Qué te ha
pasado? —Se inquietó.
—Me atacó una
lamia, pero estoy bien —le tranquilizó el muchacho.
—¡Una lamia!
¡Aagh! —Lior puso una cara de dentera que hizo reír a Nyx, antes de quitarse la
ropa y lanzarse al mar.
Artus recogió
la túnica de su hermano y la lavó en uno de los charcos que se formaban entre
las rocas.
—¿Tiene
muchos desperfectos El Calderón? —preguntó
a su amigo.
—¡Qué va! Está
casi intacto —sonrió Lior con orgullo—. Conseguí lanzar un hechizo para calmar un
poco la tormenta y aproveché para anclar en la cala.
—Algo
parecido hice yo —sonrió Artus guiñándole un ojo.
—De todas
formas nos hemos salvado por los pelos —reconoció Lior seriamente, luego se
agachó junto a su amigo—. Nyx sólo es un niño, ¿por qué lo has traído contigo?
—¿Qué querías
que hiciera? —replicó Artus—. No podía dejarlo solo bajo la amenaza de esa
maldita secta. No, por lo menos estando a mi lado puedo protegerlo.
—Quizá tengas
razón —convino Lior—. ¿Le has enseñado magia?
—Lo he
intentado —suspiró su amigo—. Desde que murió nuestra madre hace tres años, he
cuidado de él yo solo y desde hace uno, estoy intentando que aprenda algo de
magia pero es imposible. Sólo piensa en comer o en divertirse —gruñó el mago.
—También
nosotros solíamos divertirnos mucho en nuestros viajes —le recordó Lior riendo.
—Sí, pero
también aprendimos mucha magia —recalcó Artus levantándose y escurriendo la
túnica que había estado lavando.
—Voy a buscar
una manta seca —dijo Lior viendo salir, por fin, al chico del agua.
Nyx se acercó
a su hermano tiritando de frío pero con una sonrisa de alivio en el rostro.
—Déjame ver
esos mordiscos —dijo Artus.
—No es nada
—respondió el muchacho encogiéndose de hombros—. Ya sabes que mamá siempre decía que el agua de mar lo cura
todo.
—Y tenía
razón —dijo Lior riendo al tiempo que le echaba una manta sobre los hombros.
El viaje de
regreso transcurrió placenteramente hasta Iliria y de allí hasta Kartum que era
el puerto más cercano al último templete.
—Desde aquí
están cerca los dominios de la Reina de los Seis Brazos. Mientras tú consigues
la última esfera y consultas en la Biblioteca de Zarauz, yo puedo dedicarme a
vigilar los movimientos de la secta para enterarme de sus planes —propuso Lior.
—Te lo
agradezco —le dijo Artus apretándole la mano afectuosamente—, pero no quiero implicarte
en esto a ti también.
—No digas
tonterías —se indignó Lior—, somos amigos, ¿no?
—Está bien —sonrió
Artus—, de todas formas harás lo que quieras.
—Pues claro
que sí —se rió LIor dándole una palmada en el hombro—. Será mejor que empiece
cuanto antes.
Abrazó a
Artus.
—Tened
cuidado.
—Tú también
—respondió su amigo.
Luego abrazó
a Nyx.
—No
desesperes demasiado a tu hermano —le dijo revolviéndole el pelo.
—Has querido
decir lo contrario, ¿no? —se rió Nyx.
Aunque
reacios a separarse, por fin echaron a andar por caminos diferentes.
Hola, Minu!
ResponderEliminarGracias por traernos un capítulo más de estos adorables hermanos. Parece que no hay criatura que no ataque al pobre Nyx, jajajja. Menos mal que siempre cuenta con la ayuda y protección de Artus.
A la espera de la próxima aventura de estos dos.
Besosss
Sí, tiene mala suerte, el pobre Nyx, aunque en el próximo capítulo, será Artus el que se lleve la peor parte. Besoss.
EliminarHala pobrecito, todo lo acecha!! Una lamia es una mujer serpiente verdad?!
ResponderEliminarEsta genial esta historiaa!!
Sí, a veces se la representa así. Me alegro de que te esté gustando. Besos.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola, Billy. A ver si me da tiempo que poner el siguiente antes de irme a Madrid, es que es más largo y me da más pereza, jajaja. Besoss.
EliminarHola, Minu. Después de siglos sin pasar por aquí, he vuelto para ponerme al día, jeje. ¡Ya echaba de menos a estos chicos!
ResponderEliminar¡¡Arg!! ¡¡Qué asquito de criatura!! L@s chic@s tienen razón, pobre Nyx parece tener un imán para los bichejos, jajaja.
Interesante capítulo, gracias por compartirlo.
Besos
Me alegro de que vuelvas a pasar por aquí y a leer la historia de estos dos. Me animan mucho tus comentarios, besosss.
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