martes, 7 de enero de 2014

LA MAGIA DEL ORYX 11


 
CAPÍTULO 11
 
 
Durante su viaje atravesaron numerosos pueblos y ciudades pero no se detuvieron en ninguno salvo cuando necesitaron comprar provisiones.
En una ocasión, Lior les pidió que le dejaran ver el Oryx pero cuando le explicaron las instrucciones del Dragón de Fuego, no volvió a insistir. Comprendía muy bien el peligro que entrañaba la poderosa magia del Oryx Negro.
Una tarde, cuando el cielo comenzaba a enrojecer, llegaron a un bosquecillo y, sentada sobre el tronco de un árbol caído, encontraron a una anciana pequeña y arrugada.
—Bienvenidos, apuestos viajeros —dijo dirigiéndoles una sonrisa desdentada—. Es de agradecer un poco de compañía masculina después de tanto tiempo.
—¿Vives cerca de aquí? —preguntó Lior.
—A dos pasos. Venid conmigo y os prepararé una espléndida cena —dijo la viejecita y se apoyó en su bastón para levantarse.
—Te lo agradecemos mucho, pero todavía quedan algunas horas de luz y debemos proseguir nuestro camino —se disculpó Artus.
Lior entonces, le cogió del brazo y le apartó un poco.
—Artus, amigo mío, ¿es que nunca has oído hablar de las ancianitas que al besarlas se convierten en hermosas doncellas? Deberías escuchar más a los bardos.
Artus levantó una ceja escéptico, pero Lior no le hizo caso y se volvió hacia la arrugada vieja.
—Señora, conocerte ha sido un enorme placer —dijo el mago rubio inclinándose y besándola con suavidad.
—Eres muy galante, joven —dijo la anciana lanzando una risita de júbilo—. Ya casi no me acuerdo de la última vez que un hombre me besó.
Se pasó la mano por los cabellos blancos y se sacudió la ropa mirándole con coquetería, pero Lior no pudo ver ninguna señal de que se hubiera producido una transformación por pequeña que fuese. La anciana continuaba encorvada y apoyada en su bastón, la piel de su cara era una intrincada red de profundas arrugas y la boca seguía mostrando sus encías desnudas.
—Pensándolo bien, mi amigo tiene razón. Tenemos mucha prisa —dijo Lior desilusionado. Luego, le hizo una pequeña reverencia a la anciana, que seguía riendo satisfecha y se echó a andar negándose a mirar a sus dos amigos que a duras penas conseguían contener las carcajadas.
—Estaba seguro de que se produciría la transformación —rezongó poco después.
Artus le miró sonriente.
—No todas las ancianas pueden ser criaturas mágicas. Algunas serán simplemente mujeres que han vivido muchos años, ¿no? —se burló de su amigo—. Si sigues besando a todas viejecitas que te encuentres, tarde o temprano, alguna se transformará.
—Muy gracioso —refunfuñó Lior mientras Artus y Nyx reían a carcajadas.
 
El viaje continuó sin incidentes, si se exceptúan las numerosas bromas que Lior tuvo que soportar de sus amigos debido a su “afición a las ancianitas”, y en poco tiempo llegaron a Complun. Allí, Lior les guió hasta el templo de la Reina de los Seis Brazos que se asentaba sobre una suave colina, al sur de la ciudad. Era un edificio enorme, construido en granito muy oscuro y con sendas columnatas a ambos lados de la puerta.
Los tres amigos se dirigieron hacia la entrada pero, antes de que pudieran penetrar en el sombrío templo, fueron detenidos por una figura alta y delgada, envuelta en oscuros ropajes.
—Queremos ver al Primer Adepto —dijo Artus con firmeza—. Tenemos algo para él.
El adepto inclinó la cabeza y se apartó para que pudieran entrar, sin pronunciar palabra.
El interior estaba iluminado por medio de unos gruesos cirios colocados a lo largo de las paredes. En el centro de la sala, una estatua gigantesca de la Reina de los Seis Brazos lanzaba destellos ominosos. La cara mostraba una mueca cruel y los seis brazos se retorcían, como serpientes, en torno al cuerpo. En el pecho lucía cuatro rubíes que, juntos formaban un corazón. Lior había averiguado que los cuatro rubíes eran los depositarios del poder de la secta, que normalmente estaban repartidos en los cuatro templos más importantes de la Reina de los Seis Brazos y que en muy contadas ocasiones se reunían para formar el corazón de su diosa.
—Así que al fin habéis llegado —dijo una voz de profundo bajo.
Los tres amigos se volvieron y se toparon con un hombre alto y musculoso, vestido con una túnica tan roja como los rubíes.
—¿Eres el Primer Adepto? —preguntó Artus.
El individuo asintió, observándolo con sus ojos abrasadores.
—Enseñadme el Oryx —exigió con un gesto de avidez en el rostro.
Artus hizo una seña a Nyx y éste sacó el Oryx Negro de su bolsa de cuero pero no se lo entregó al Primer Adepto, si no que lo sostuvo en alto, manteniéndolo lejos de su alcance.
El jefe de la secta lo miró un instante fascinado y esos segundos eran los que necesitaban Artus y Lior. Artus pronunció un hechizo y teletransportó a Nyx y al Oryx a la parte trasera del templo, mientras Lior se abalanzaba sobre la estatua de la Reina de los Seis Brazos y se apoderaba del corazón de rubíes.
Al momento, los dos magos se vieron rodeados por docenas de adeptos, pero Lior alzó el brazo mostrando el corazón.
—Si os acercáis más, destruiré el corazón de vuestra adorada reina —gritó.
El Primer Adepto movió la mano y sus seguidores permanecieron quietos y en silencio, aguardando la siguiente orden de su superior.
—¿Crees que esto va a salir bien? —susurró Lior.
—Eso espero —respondió su amigo con una sonrisa insegura.
—¡Vaya ánimos! —volvió a susurrar Lior con una mueca de desesperación.
—Alejaos y dejad libre la entrada —dijo Artus en voz alta, tratando de ganar tiempo ya que el hechizo de teletransportación que había practicado sobre su hermano, había agotado gran parte de su energía.
Los seguidores de la Reina de los Seis Brazos retrocedieron poco a poco cuando el Primer Adepto asintió y los dos amigos echaron a andar hacia la salida del templo.
—Si logramos salir de ésta, te aseguro que nunca más…
—¡Cuidado! —le interrumpió Artus.
Un monstruoso ghoul se materializó frente a ellos y, antes de que tuvieran tiempo de reaccionar, se arrojó sobre Lior y le arrebató el corazón de la diosa.
Artus le lanzó un rayo mágico pero la criatura logró esquivarlo con una agilidad prodigiosa y entregó el rubí a su amo.
El Primer Adepto sonrió acariciándolo con sus dedos largos y sarmentosos, luego señaló a los dos magos.
—¡Matádlos! —gritó.
Todos los seguidores de la Reina de los Seis Brazos se abalanzaron sobre Artus y Lior que, juntando espalda contra espalda, se defendieron desesperadamente.
Los adeptos eran muchos más, pero los dos amigos eran magos poderosos que habían luchado juntos muchas veces y se compenetraban a la perfección.
Lanzaban hechizos de ataque contra sus enemigos y se protegían mutuamente con escudos mágicos, pero después de un rato comenzaron a agotarse pues parecía que los adeptos salían hasta del suelo rodeándoles, desgarrándoles las ropas y golpeándoles sin descanso.
Mientras todo esto sucedía, Nyx les esperaba impaciente en la parte posterior del templo, con el Oryx Negro aún entre sus manos. Estaba muy preocupado por Artus y Lior y cuando oyó el ruido de la lucha no pudo esperar más y penetró en el templo por la puerta de atrás que no tenía ninguna vigilancia.
Recorrió con rapidez los largos pasillos y las enormes salas iluminadas apenas con los cirios, hasta llegar a la sala principal donde se desarrollaba la pelea.
Lior y Artus estaban atrapados, cerca de la salida del templo. Decenas de enemigos los rodeaban, acosándolos desde todos los lados y los rostros de ambos mostraban evidentes signos de fatiga.
Nyx, que había pasado completamente inadvertido en medio de la refriega, se acercó un poco más mordiéndose los labios angustiado.
En cualquier momento, su hermano o Lior desfallecería y los dos estarían perdidos. Nyx se sintió completamente desesperado, no sabía cómo ayudarlos ya que, los pocos hechizos que había logrado aprender, no serían de ninguna utilidad. Los ojos se le llenaron de lágrimas, un miedo feroz por Artus y por Lior se apoderó de él y deseó…
 
 
En medio de un relámpago de luz, Artus, Lior y Nyx se materializaron en la sala de estar de la casa de los hermanos. Los dos magos miraron a Nyx atónitos.
—¿Qué le has pedido al Oryx? —preguntó Artus a su hermano menor.
—Yo… no he pedido nada —respondió éste también asombrado—. Cuando os vi luchando, estaba demasiado asustado como para pedir nada.
Lior se sentó en un sillón cerrando los ojos y suspirando aliviado. Artus le imitó pero volvió a mirar a su hermano.
—Y en esos momentos, ¿qué es lo que más deseabas?
Nyx se quedó pensativo un instante.
—Deseaba que estuviésemos los tres en casa y que los de la secta se olvidaran de nosotros y del Oryx para siempre.
Artus y Lior se miraron y lanzaron una carcajada.
—Nyx, has solucionado el problema de la mejor manera posible. Jamás volverán a molestarnos —dijo Artus sonriendo.
—Eres un auténtico genio —dijo a su vez Lior.
El muchacho enrojeció ante los cumplidos y bajó la mirada hasta el Oryx que sujetaba firmemente con su mano derecha.
—¡Mirad! —exclamó abriendo los ojos con incredulidad.
El Oryx ya no era de color negro, había recobrado su transparencia original y reflejaba todos los colores del arco iris.



5 comentarios:

  1. Hola, Minu. Me ha gustado mucho cómo has concluido la historia. El deseo de un corazón puro e inocente venciendo a la codicia, la irracionalidad y la maldad. Nyx es un crío maravilloso, merecía ser el protagonista de esta emocionante lucha final.
    Espero con ansias el epílogo.
    Besos

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    1. Hola, Ana:
      Me alegro mucho de que te haya gustado el final, no sabía si había quedado demasiado sencillo el desenlace, pero tenía claro que el héroe tenía que ser Nyx, después de todo lo que ha sufrido en la novela, jajaja. El epílogo lo pondré enseguida ya que es cortito. Besos.

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  2. porque siempre dicen: matadlos! jajaja es mi frase favorita de los malos *-*
    Me he leido de un tiron los que me faltaban y es una historia geniala!! Tienes que ponerla en un pdf y hacerla una tapa genialosa con los protas! jujujuj

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    1. Jajaja, a mí también me gusta cuando dicen eso. Me alegro de que te haya gustado y sí querría hacer un pdf, si alguien es tan amable de ofrecerse porque a mí me quedan fatal, siempre se descolocan los títulos de los capítulos. Besoss.

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  3. Hola, Minu: tarde, pero al fin lo he leído, pensé que había leído todos los capítulos menos el epílogo pero al entrar y echar un vistazo he visto que me he perdido unas cuantas cosas ;p
    Me ha gustado mucho, ha estado muy bien y la forma de resolverse todo el problema, simplemente genial.
    Bueno ahora voy a por el epílogo.
    Besosss

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