CAPÍTULO 5
Antes de
partir, Artus tomó a su hermano por los hombros e hizo que le mirara a los
ojos.
—Prométeme
que no volverás a desobedecerme ¡nunca! —le dijo con el rostro muy serio y
apretándole con fuerza los hombros.
—Te lo
prometo. —Bajó la cabeza avergonzado.
—Espero que
sea cierto. —Artus se la levantó, sujetándole de la barbilla. Su rostro volvió
a estar iluminado por su amplia sonrisa y Nyx sonrió a su vez, tranquilizado.
—Ahora será
mejor que nos pongamos en marcha, falta un largo trayecto hasta el próximo
templete, en los acantilados del mar Surimi.
Al día
siguiente llegaron a Turinia y se alojaron en la posada de La Zorra y la Liebre.
—¡Muchacho!
—llamó Artus al mozo que servía las mesas—. Trae vino para mí y leche para él.
—¿Por qué no
puedo tomar vino? —protestó Nyx—. Ya soy mayor.
—El vino
retrasa el crecimiento y la leche todo lo contrario —insinuó Artus con una
ligera sonrisa.
—Beberé leche
—dijo de inmediato Nyx. Luego miró a Artus—. Gracias, sapientísimo hermano. —Se
inclinó haciendo una complicada reverencia.
—¿Quieres
estarte quieto? —rió el mago—. Nos mira todo el mundo.
Nyx se
encogió de hombros.
—No me
importa que me miren, quizá pueda ganarme la vida de actor teatral.
—Más bien de
bufón, diría yo —le corrigió Artus guiñando un ojo y bebiéndose el vino.
—Venga,
vámonos a nuestra habitación —dijo después de un rato—, quiero consultar un
hechizo en el libro de magia.
Enseguida
Artus se ensimismó en su libro, mientras Nyx paseaba aburrido por la
habitación. Por fin, se detuvo frente a su hermano y éste alzó la vista reacio.
—¿Puedo ir a
dar una vuelta por la ciudad? —le preguntó con ojos suplicantes—. Volveré
enseguida.
—Está bien
—accedió Artus deseando volver a su lectura—, pero no tardes mucho.
Nyx paseó por
la ciudad, observando todo con curiosidad; pocas veces había viajado lejos de
su casa y cualquier cosa le llamaba la atención. Recorrió el mercado de frutas
y verduras, oyendo a los vendedores vocear sus productos, luego se acercó al
barrio de los artesanos y observó interesado cómo trabajaba un platero sentado
delante de su casa; pero después de un rato decidió regresar, para no enfadar a
Artus.
Estaba ya
cerca de la posada cuando sintió que le sujetaban por detrás y le introducían
un trapo en la boca, después todo se oscureció cuando le metieron en una
especie de saco de color negro.
Artus terminó
de leer el libro y esperó un rato en la habitación, luego comenzó a
impacientarse y bajó al comedor a esperar a su hermano. Pronto oscureció del
todo y Artus empezó a preocuparse; salió a la calle y buscó al chiquillo por
los alrededores en vano, deteniendo a varias personas para preguntar por él.
—¿Ha visto a
un muchacho delgado, no muy alto, de cabello castaño rojizo? —preguntó a un
individuo escuálido, de pelo largo y grasiento y con una cicatriz en la
mejilla.
—No he visto
a nadie —respondió siguiendo su camino.
Artus siguió
buscando y al pasar junto a un oscuro callejón, oyó que alguien lo llamaba.
—Yo sé qué ha
pasado con el muchacho —susurró una voz que Artus reconoció como la del tipo
escuálido al que había preguntado antes—. Dame una pieza de oro y te lo diré.
El hechicero
sacó la moneda y la lanzó en dirección a la voz.
—Ahora habla
—le conminó con voz acerada.
—Lo apresaron
los buscadores de esclavos de la reina Albana —volvió a susurrar mientras se
daba la vuelta y salía corriendo.
Artus se
quedó inmóvil por un momento, pero luego caminó decidido hacia las afueras de
la ciudad, ahora sabía hacia dónde dirigirse. El palacio de la reina Albana estaba
hacia el oeste y hacia allí se encaminaba lentamente la caravana de esclavos.
El mago
invocó un hechizo de rastreo y se dirigió a toda velocidad en pos de la
caravana. Tres días después, la localizó a lo lejos; habría una veintena de esclavos
encadenados por el cuello mediante pesadas argollas de hierro y diez vigilantes
provistos de mazas de púas y pequeñas ballestas.
Artus esperó
al anochecer, cuando la caravana se detuvo y los guardianes se sentaron a cenar
tranquilamente alrededor del fuego. Entonces, se materializó y antes de
que pudieran coger sus armas, quedaron
paralizados. Totalmente inmóviles, contemplaron cómo Artus destruía sus armas
una por una y hacía huir a los dromedarios que montaban.
Con un nuevo
hechizo, liberó a los esclavos, los cuales huyeron espantados en la noche,
excepto Nyx que se quedó mirando a su hermano con la boca abierta. Artus se
acercó a él con el ceño fruncido, examinándole para ver si había sufrido algún
daño.
—¿Es que no
puedo dejarte solo ni un instante? —le regañó intentando disimular la emoción que
sentía al verlo a salvo.
—¡No ha sido
culpa mía! —exclamó Nyx indignado—. Ya volvía a la posada cuando, de repente,
me metieron en un saco. ¿Qué querías que hiciera? —Le miró enfadado.
—Está bien,
está bien —le apaciguó el mago—. Venga, volvamos.
—¿Tienes algo
de comer? —preguntó ansioso su hermano—. Apenas nos han dado nada.
Artus sacó
pan y queso y se lo entregó a Nyx que se
sentó sobre una roca y empezó a comer con voracidad.
—Es muy
extraño que todos los esclavos fueran hombres jóvenes. No había ancianos ni
mujeres. —Nyx le miró inquisitivamente—. ¿Para qué querrá esa reina a tantos
jóvenes?
—Quizá quiera
formar un harén —sonrió Artus—. Aunque tú eres demasiado joven, incluso para
esa reina loca —añadió mirándole maliciosamente y riendo a carcajadas cuando
vio que el rubor cubría el rostro de su hermano.
—¡Vámonos de
una vez! —Nyx le dio la espalda muerto de vergüenza, mientras Artus le seguía
riendo todavía.
A la mañana
siguiente emprendieron el camino y en pocas horas divisaron un bosque de
árboles completamente negros.
—¿Qué clase
de árboles son? Nunca había visto ninguno parecido —le preguntó Nyx a su
hermano.
—Aloses, son
mágicos —respondió Artus. Luego miró fijamente al muchacho—. No te separes de
mí. ¿Entendido?
—De acuerdo.
—Es un bosque
mágico y muy peligroso —le explicó Artus—. Lo llaman el bosque de las almas
perdidas porque una vez que entras en él, es imposible encontrar la salida.
—Entonces,
¿cómo vamos a salir nosotros? —se inquietó su hermano.
Artus alzó
una ceja.
—¡Qué poca
fe! —le reprochó—. Tengo un hechizo especial para estos casos.
—¿Es
complicado? —se interesó Nyx.
—Mucho
—confirmó Artus haciendo un dramático gesto—. Pero tendrás que esperar hasta
que anochezca.
Tomó a su
hermano de la mano y penetraron en el oscuro bosque. Caminaron dificultosamente
entre los troncos de los altos árboles que parecían cambiar de posición a cada
instante hasta que, por fin, empezó a declinar el día y Artus se detuvo junto a
un retorcido tronco.
—¿Vas a hacer
ahora el conjuro? —le preguntó Nyx con los ojos brillantes de expectación.
—Sí —Artus se
acercó a su hermano. <<Pero tú no
lo vas a ver>>. Le pasó una mano por la frente y Nyx se durmió al
momento. El mago le sujetó antes de que cayera y le depositó suavemente en el
suelo.
Después se
volvió y lanzó el sortilegio; la tierra tembló un momento abriendo una grieta
en el suelo, de la cual comenzó a salir una descarnada mano, seguida de un
cuerpo medio descompuesto.
—¿Por qué
interrumpes el plácido sueño de los muertos? —preguntó la criatura con voz
profunda.
—Señala el
camino para atravesar el bosque —le ordenó Artus con firmeza.
—Yo no sirvo
a nadie —replicó el espectro acercándose más al mago.
—A mí sí me
servirás —respondió Artus luchando para doblegar la voluntad del muerto con la
suya.
De pronto, el
espectro miró hacia donde Nyx permanecía dormido.
—Dame al
muchacho y lo haré —le ofreció dando paso hacia su hermano. Rápidamente, Artus
se interpuso.
—Haz lo que
te he dicho si no quieres vagar eternamente por el bosque —le amenazó el mago
con los ojos ardiendo.
La espectral
criatura retrocedió intentando nuevamente imponer su voluntad, pero Artus era
mucho más fuerte y finalmente, el muerto viviente señaló un camino entre el
espeso bosque y en el suelo apareció un brillo verdoso que marcaba el trayecto.
Luego, el muerto volvió a girarse hacia Nyx.
—Déjame
acercarme para que pueda sentir su juventud, sus ansias de vivir —le pidió al
mago. Éste asintió y el muerto se inclinó sobre el cuerpo dormido de su
hermano, alargó una mano hacia su rostro pero un escudo de fuerza le impidió
seguir avanzando y Artus volvió a interponerse entre los dos.
—Vuelve a
descansar en tu tumba —le ordenó al cadáver y éste se hundió en las
profundidades de la tierra.
Artus suspiró
aliviado, no le gustaba demasiado la nigromancia. Los muertos siempre trataban
de hacer su voluntad y tenía que concentrarse completamente para que la
situación no se le fuera de las manos. Se acercó a su hermano y le despertó.
—Tenemos que
irnos —le dijo levantándole de un tirón.
—Pero si no
he visto ningún hechizo. —Le miró sorprendido Nyx.
—Bueno, es
que te quedaste dormido —sonrió Artus con fingida inocencia.
—¿Qué? —Se
asombró su hermano—. Pero si no tenía nada de sueño.
—Tu falta de
interés por la magia me entristece profundamente —dijo Artus con total
desfachatez.
—Pero… pero…
—tartamudeó Nyx.
—Venga, que
se hace tarde —le interrumpió el mago, dándole la espalda y caminando
dignamente.
Hola, Minu.
ResponderEliminarWow!!! Qué capítulo más emocionante!!!
Artus me sorprende mucho, es un personaje fascinante, no sé cómo consigue mantener la calma y el absoluto dominio de la situación pase lo que pase, es el complemento perfecto para la frescura, ternura y jovialidad de su hermano pequeño.
Me alegra que lo del secuestro se resolviera pronto, este Nyx me va a sacar canas como siga metiéndose en líos, jejeje
Me ha gustado mucho el capítulo.
Gracias por compartirlo.
Besos
Hola, Ana. Pues Nyx va a seguir metiéndose en muchos más líos, jajaja, menos mal que pronto se encontrarán con alguien que va a echarle una mano a Artus para vigilarlo.
EliminarHola Minu.
ResponderEliminarMe ha encantado el capítulo, ha estado muy bien. Ay que ver mas le vale a Nyx no despegarse del lado de su hermano, porque paso que da, problemas que se busca, jajajajaja.
Y coincido con Ana en lo referente a como Artus se mantiene constantemente en calma y control de la situación.
Muchas gracias por compartirlo y a la espera de la siguiente aventura de estos dos.
Besosss
Hola, Ross. Sí, Artus tiene la paciencia del Santo Job, jajaja. Pero bueno, para eso están los hermanos mayores.
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ResponderEliminarHola, Billy: Sí, es una fábula de Esopo. Y pronto sabrás más del Oryx Negro, porque ya estamos casi por la mitad de la novela. Besoss.
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