CAPÍTULO 6
Un poco antes
del amanecer consiguieron salir del bosque y al mediodía, llegaron a un lago de
aguas cristalina, donde decidieron acampar hasta el día siguiente, ya que
habían pasado la noche anterior en vela, atravesando el bosque encantado.
Nyx se
desnudó y se metió en el agua chapoteando.
—¡Venga,
gallina! —Se rió de su hermano—. El agua está muy buena. —Y cuando Artus se
acercó, le salpicó hasta dejarle completamente empapado.
—¡Ahora
verás! —-Se lanzó hacia su hermano y le metió la cabeza bajo el agua.
Cuando Nyx
salió a la superficie resoplando y escupiendo agua, Artus se alejó con un par
de poderosas brazadas y se burló de Nyx desde lejos. Éste le persiguió, sin
lograr alcanzarlo, por todo el lago hasta que agotados los dos, decidieron
salir para descansar.
—¿Qué es
esto? —Nyx se agachó a recoger un objeto y se lo mostró a su hermano. Artus vio
una fina lámina de forma redondeada y de un verde brillante.
—Es una
escama de la cola de una sirena —le contestó mientras se tumbaba para secarse
al sol.
—¿Crees que
en este lago habrá sirenas? —preguntó Nyx ilusionado.
—Seguro que
sí —respondió Artus sin abrir los ojos—, pero son muy asustadizas y nunca se
dejan ver.
—¿Son muy
bellas? —volvió a preguntar el chiquillo mirando ensimismado la brillante
escama.
Artus abrió
un ojo y sonrió.
—Tienen cara
de pájaro.
Nyx no le
hizo caso.
—Me gustaría
mucho ver una —dijo hablando para sí.
Al caer la
noche, Nyx esperó a que su hermano se durmiera y se levantó sigilosamente. Se
dirigió hacia la orilla del lago y se escondió detrás de un arbusto dispuesto a
ver alguna sirena. Al cabo de un rato escuchó un leve sonido a su espalda y de
pronto, un cuerpo se abalanzó sobre él aprisionándolo contra el suelo.
—¡Ah! —gritó
asustado, pero enseguida notó unas conocidas manos haciéndole cosquillas.
—¿Se puede
saber qué estás haciendo? —le preguntó Artus todavía riendo por el susto que le
había dado a su hermano.
—Quería ver una
sirena —dijo Nyx retorciéndose para escapar de las manos que continuaban
haciéndole cosquillas—. Para, por favor —le suplicó entre risas entrecortadas.
—Te dije que
las sirenas nunca se dejan ver. —Siguió Artus con las cosquillas en castigo por
no haberle hecho caso—. Tienen un sentido especial que les avisa si hay hombres
cerca, así que no saldrán hasta que nos hayamos alejado. ¿Me vas a hacer caso y
te vas a dormir de una vez?
—Sí, te lo
prometo —jadeó el muchacho agotado de tanto reír.
Nyx dejó
atrás con tristeza el lago de las sirenas y continuaron hasta la cordillera
Naural. El paso que la atravesaba era estrecho y empinado y los dos hermanos
ascendieron lentamente; el cielo estaba muy azul y contra él resaltaban unas
oscuras siluetas: la cabeza y las alas eran de una majestuosa águila y el
cuerpo poseía las poderosas zarpas de un león.
—Son magníficos
—comentó Artus parándose un momento a contemplar a los grifos que giraban una y
otra vez en el aire—, espero no tener que matar a ninguno.
—¿Nos atacarán
si nos ven? —preguntó Nyx sin dejar de mirar hacia las gráciles figuras.
—Eso depende.
Normalmente no atacan a los humanos, pero si están criando son muy agresivos
—respondió el mago prosiguiendo la marcha.
Poco antes de
llegar a la cumbre observaron una serie de grutas que servirían probablemente
como guaridas a los grifos. Iban a pasar de largo apresuradamente, cuando
escucharon un extraño sonido procedente de una grieta más pequeña, por la que
no podría pasar ningún grifo y se detuvieron un momento atisbando en el oscuro
interior con curiosidad.
Artus oyó un
suave zumbido y miró por encima de su hombro, justo para ver cómo uno de los
grifos se lanzaba en picado sobre ellos. Empujó a su hermano hacia el interior
de la grieta y se apresuró a seguirlo, un momento antes de que las garras del
animal se estrellaran contra la abertura de la cavidad.
—Por poco
—resopló Artus despatarrado en el suelo, después de su atropellada entrada.
—Levántate,
me estás aplastando —dijo una ahogada voz.
—Lo siento.
—Se levantó el mago rápidamente.
—Pesas una
tonelada —refunfuñó Nyx levantándose a su vez y sacudiéndose el polvo.
Artus se
acercó con cuidado a la entrada e inmediatamente, un par de grandes zarpas
arañaron la pared, muy cerca de su cara.
—Esperaremos
a ver si se cansa y se va —dijo el hechicero retirándose hacia el interior— No
quisiera hacerle daño.
—¡Mira,
Artus! —exclamó Nyx desde la parte más profunda—. Es una pequeña cría de grifo.
—Claro, él es
el que hizo el ruido —dijo dirigiéndose hacia donde estaba su hermano.
—Creo que
está herido —continuó hablando Nyx—. ¡Ah! Me ha picado. —Se chupó el dedo
herido—. Ya lo tengo.
—Déjame ver
la herida —dijo Artus tomándolo en sus brazos—. Debió caerse al intentar volar
y al verse solo se metería aquí. El
grifo que nos atacó debe ser uno de sus padres.
El mago
rebuscó en su zurrón hasta encontrar un trozo de paño limpio, le curó lo mejor
que pudo la pata y se la vendó.
—Es precioso
—dijo Nyx acariciándolo—. ¿No podríamos quedárnoslo?
—Claro que no
—dijo Artus tajantemente—. Si no se lo devolvemos a su padre, nunca podremos
salir de aquí.
—Quizá cuando
anochezca se duerma y podamos escapar —sugirió Nyx esperanzado.
—No se
alejará de la entrada hasta que tenga a su cría —le explicó a su hermano con
paciencia—, además el pequeño será más feliz aquí, libre, volando con su
familia.
—Tienes razón
—reconoció el muchacho acariciando por última vez al pequeño grifo, antes de
que su hermano lo llevara hasta la entrada de la cavidad.
La cría
avanzó un poco y lanzó un grito de llamada; inmediatamente, el grifo que
vigilaba la grieta descendió, tomó cuidadosamente con el pico a su hijo y se
elevó alejándose de allí.
Artus y Nyx
salieron con precaución y se alejaron también a toda prisa. El descenso resultó
mucho más fácil ya que por ese lado, la cordillera se ondulaba suavemente hasta
convertirse en una estrecha llanura, donde se asentaba la ciudad de Iliria.
Al llegar a
la ciudad, se dirigieron a un puesto de hierbas, ya que Artus necesitaba
reponer sus existencias. El mago estaba regateando con el vendedor cuando se
vio interrumpido por un individuo rechoncho.
—Tú eres mago
—afirmó señalándole con el dedo—. Tengo un encargo para ti.
—Lo siento,
pero no acepto encargos —dijo el mago con cortesía pero sin apenas mirarle.
—Esto es algo
importante —insistió.
—Ya te he
dicho que no me interesa. —Artus empezó a impacientarse.
—Si no
quieres venir tú, deja que me acompañe tu sirviente y así él podrá contarte
cuánto te interesa esto —dijo alargando la mano hacia Nyx para sujetarle por el
brazo. Artus se interpuso.
—Déjale en
paz y lárgate de una vez —dijo perdida ya por completo la paciencia.
—Por favor,
es por mi esposa. Te necesita con urgencia —suplicó el individuo cambiando de
táctica.
Artus le
lanzó una mirada suspicaz pero asintió.
—Está bien,
te acompañaremos.
Le siguieron
hasta una casa de las afueras de la ciudad y su guía entró delante con paso
decidido. De pronto, se volvió con una velocidad inusitada en un hombre de su
peso y colocó un objeto en el pecho de Artus.
—Ya eres mío
—rió el gordo—. Te he puesto un controlador de voluntad y harás lo que yo te
diga.
Artus no dijo
nada pero lanzó a su hermano una mirada de advertencia para que no se moviera.
—Quiero que
mates al amante de mi esposa —prosiguió, seguro de tener en sus manos al mago—.
Después, es posible que te deje marchar.
Artus lanzó
una carcajada.
—Sabandija,
¿crees que puede controlarme alguien tan
insignificante como tú? —dijo con una voz tan fría como el hielo. Luego dirigió
la mirada hacia la pequeña estrella de plata prendida en su pecho, y ésta
estalló en mil pedazos. Avanzó lentamente hacia el dueño de la casa, sonriendo
malévolamente y extendiendo las manos, de las que salieron unos negros
tentáculos que se enroscaron alrededor del cuello y las extremidades del grueso
individuo.
—Ahora vas a
recibir el castigo que te mereces. —Volvió a reír con crueldad el mago,
mientras los tentáculos alzaron a su víctima del suelo y empezaron a apretar
todas las partes de su cuerpo, hasta que al fin, lanzó un grito y se desmayó de
terror. Inmediatamente, los tentáculos le soltaron y desaparecieron.
Artus se
volvió hacia su hermano sonriendo todavía y éste retrocedió un paso con el
espanto pintado en el rostro.
—¿Te he
asustado? —le preguntó ampliando más su sonrisa—. Sólo quería asegurarme de que
no iba a volver a intentarlo con otro, ni continuar con sus planes de
asesinato. —Volvió a reírse mirando a Nyx—. No pensé que tú fueras a creértelo,
quizá sea yo el que deba dedicarse a actor.
—Eres idiota
—dijo Nyx dando un flojo puñetazo en el duro estómago de su hermano—. Creí que
te habías vuelto loco.
—Todavía no
lo estoy —dijo Artus seriamente—, pero si continúo intentando enseñarte magia,
creo que pronto lo estaré.
—Muy gracioso
—refunfuñó Nyx—. ¿Adónde vamos ahora?
—A visitar a
un viejo amigo —contestó Artus echando a andar por las estrechas callejuelas de
la ciudad.
Por fin, se
detuvo frente a una casa alta y estrecha, con un tejado muy inclinado lleno de
chimeneas. Artus tuvo que llamar varias veces antes de que la puerta se abriera y apareciera en el
umbral una silueta alta y delgada.
—¡Artus! Qué sorpresa.
—Sonrió su amigo—. Hace mucho tiempo que no te veía.
—¿Cómo has
estado, Lior? —Sonrió Artus a su vez abrazándole.
—No he estado
mal… pero pasa adentro —Miró a Nyx que había permanecido callado detrás de su
hermano—. ¿Me has traído un ratoncillo para que pruebe mis hechizos con él?
—Es mi
hermano Nyx —le presentó su amigo.
—Mucho gusto
—dijo éste educadamente.
—El gusto es
mío —respondió Lior inclinando la cabeza con guasa—. Será mejor que entremos.
Les hizo
pasar a una sala llena de artefactos e instrumentos raros. Nyx le miró mientras
hablaba con Artus; era muy rubio y tenía los ojos tan azules como dos lagos.
Lior y su hermano parecían conocerse desde hacía mucho tiempo y charlaban
animadamente, contándose lo que habían hecho durante su separación.
Nyx empezó a
pasearse admirando la infinidad de objetos extraños que poblaban la habitación.
<<Artus no tiene nada parecido a esto, sólo libros y más libros>>,
pensaba mientras miraba detenidamente cada uno de los artefactos intentando
adivinar su utilidad. De pronto, atrajo su atención una gran jaula que colgaba
de un rincón a la altura de su cabeza. Dentro, enroscado sobre sí mismo, había
lo que parecía ser un dragón en miniatura.
—No acerques
la mano o te morderá —le advirtió Lior.
—¿Qué es?
—preguntó Nyx sin dejar de mirarlo.
—Es un drión.
Intenté adiestrarlo pero no he podido —dijo Lior con una sonrisa torcida—. Si
te gusta, te lo regalo.
—¿De veras?
—exclamó el muchacho entusiasmado.
—Pero no
podemos llevarlo con nosotros —protestó Artus lanzando a su amigo una mirada
enojada.
Nyx le miró
desilusionado, pero Lior levantó una mano para apaciguar a Artus.
—No tenéis
que llevároslo ahora, podéis volver a recogerlo más adelante —repuso sonriendo
a Nyx.
El muchacho
miró a su hermano ansioso.
—Está bien
—aceptó Artus reticente, mirando a Lior con rencor—. Gracias, querido amigo
—gruñó.
—Sí, muchas
gracias, Lior —dijo efusivamente Nyx.
—No tenéis
que agradecérmelo. Estoy encantado de complacer a mis amigos —respondió el
rubio mago aliviado de poder librarse del salvaje drión.
Mientras Nyx
contemplaba entusiasmado a su nueva
mascota, Artus le contó a su amigo el motivo de su viaje.
—Ya tengo
tres esferas y cuando consiga las otras dos, podré entrar en la Biblioteca de
Zarauz y averiguar dónde está escondido el maldito Oryx Negro —terminó de
explicarle.
—Así que
tienes que ir al templete del mar Surimi —dijo Lior pensativo—. Aún tengo mi
pequeño barco, El Calderón,
¿recuerdas? Os acompañaré y será como en los viejos tiempos.
—Es estupendo
que volvamos a estar juntos. —Sonrió Artus con afecto a su amigo.
—Entonces
estamos de acuerdo. Os quedaréis aquí esta noche y mañana saldremos temprano.
Hola, Minu. Uff!! Qué espeluznante la escena de los tentáculos!!! Pensé por un momento que Artus había sido poseído o algo así, no parecía el mismo que hacía cosquillas a su hermano pequeño la noche anterior, aunque creo que su método de persuasión va a ser 100% efectivo, jejeje
ResponderEliminarVa a ser interesante conocer a un viejo amigo de Artus, seguro que tiene cosas interesantes que contar de él ;p
Muy buen capi, gracias por compartirlo.
Besos
Jajaja, bueno, tenía que ser convincente para darle un buen susto. Besoss.
EliminarAJjajaja Tentaculossssssss *-*
ResponderEliminarcada vez me gusta mas!
Me hubiese gustado que viesen a las sierenas, me pasa algo con ellas.
Qué es un Drion? =O
Muchas gracias minu por escribir esto, me encanta!
Jajaja, ya sabía que te iba a gustar lo de los tentáculos. Un drión es un dragón pero en miniatura. Me lo he inventado en realidad, jajaja.
EliminarHola Minu, ya lo lei, jajaja.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el capítulo, aunque cuando vi lo de los tentaculos me quedé un poco pillada, dije ¿pues no es un mago bueno? jajajajja. Aunque como dice Ana un metedo 100% efectivo, eso segurisimo.
Deseando conococer algo más sobre este viejo amigo, y conseguira Nyx amaestras al Drion?? jajajja. Yo creo que Artus se le paso un momento por la mente matar a su amigo, por hacer dicha oferta, jijiji.
Bueno esperando el próximo, para poder saber más de estos encantadores hermanos.
Besosss
Hola, Ross, pues es verdad que no le ha hecho mucha gracia a Artus lo del drión, pero bueno, después de que no le dejó a Nyx, quedarse con la cría de grifo tenía que compensarle con algo. Besoss.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola, Billy: Puse lo de que las sirenas tenían cara de pájaro, porque en las representaciones más antiguas, eran un híbrido de mujer y pájaro. Aunque, en realidad, tenían cara de mujer y cuerpo de pájaro, pero bueno, eso fue una licencia literaria, jajaja.
ResponderEliminarY me has recordado el video de la sirena de Saito, así que pronto voy a poner algo sobre eso en el Callejón. Besoss.