CAPÍTULO 10
Un fénix,
rojo y dorado, surcaba el cielo cuando los dos hermanos llegaron al pie del
volcán Detei. En la ladera descubrieron una caverna que se adentraba en las
profundidades de la montaña y, al penetrar en ella, se encontraron con un
estrecho sendero que bordeaba un río de magma. Artus y Nyx caminaron con
cuidado viendo, de vez en cuando, las hermosas salamandras amarillas y negras
que chapoteaban en la ardiente lava, inmunes al terrible calor.
Después de
aproximadamente una hora de caminata, la angosta senda, desembocó en una
gigantesca cámara y el río de lava se convirtió en un burbujeante lago. Un
dragón rojo de proporciones enormes, se alzaba en medio de éste, lanzando nubes
de humo con su abrasador aliento y agitando las alas como si estuviera tomando
un refrescante baño.
—¿No
deberíamos dar media vuelta y echar a correr? —preguntó Nyx asustado.
—No te
preocupes. Déjame hablar a mí y todo saldrá bien —respondió Artus dando un paso
adelante.
El dragón
volvió la cabeza hacia ellos, inclinándose un poco para verlos mejor.
—¡Vaya! Una
visita después de tanto tiempo —exclamó exhalando una columna de humo—. Es un
placer recibir en mi morada a tan valientes personajes.
—¿Por qué
dices eso? Tú no comes humanos, ¿verdad? —inquirió Nyx ansioso.
—Bueno…,
ahora que lo dices, no está mal comer humanos de vez en cuando. Tienen poca
sustancia pero sirven para abrir el apetito. —El dragón apoyó la cabeza sobre
sus zarpas y sonrió con dulzura al muchacho que retrocedió asustado.
—Ejem… Si es
posible, me gustaría que dejaras las bromas y hablásemos de algo muy importante
—dijo el mago.
—¿Y quién
está bromeando? —Ígneo alzó la cabeza y luego se recostó cómodamente en el lago
de fuego—. Está bien, mago. Dime qué es eso tan importante.
Artus se
acercó un poco más al magnífico animal y le contó la visita del adepto de la
Reina de los Seis Brazos y su exigencia.
—Por eso
necesito que me prestes el Oryx Negro. Es la única forma de convencerlos de que
estoy dispuesto a cumplir sus órdenes y, cuando estén más confiados descargaré mi golpe sobre ellos. Me
aseguraré de que jamás volverán a molestarme.
—Pero el Oryx
Negro es demasiado peligroso. No puedo permitir que te lo lleves, tú mismo
podrías caer en la tentación de utilizarlo —repuso el dragón.
—No, yo jamás
haría eso —protestó el hechicero.
—Espera, no
te apresures tanto en hablar.
Ígneo se
aproximó a una hornacina de la pared y les mostró el Oryx Negro. Tenía la forma
del antílope que llevaba su nombre, con su cuerpo esbelto y sus cuernos largos
y rectos, lanzando destellos oscuros llenos de poder.
—En un
principio, el Oryx era de ópalo transparente, en cuyo interior podían verse
reflejados todos los colores del arco iris, pero la avaricia de los hombres lo
corrompió y se tornó tan negro como el azabache. Su poder consiste en leer los
deseos más recónditos del corazón y hacerlos realidad. —El dragón miró
fijamente a Artus—. ¿Aún te sientes capaz de hacer frente a la tentación?
—Es preciso
que lo haga —respondió el mago en voz baja.
—No, no es
preciso. —Ígneo se acercó a Nyx—. Te lo entrego a ti. Sólo la inocencia puede
salvaguardar de su poder.
El dragón lo
depositó suavemente en las manos del niño.
—Pero yo…
—vaciló Nyx.
—Guárdalo,
pero no dejes que nadie lo toque, ni siquiera tu hermano.
El dragón
rojo observó cómo el muchacho guardaba cuidadosamente el poderoso objeto en su
bolsa de cuero y luego sonrió.
—Bueno, ahora
tú debes darme algo a cambio de lo que yo te he dado.
—No tengo oro
ni nada valioso —dijo Nyx consternado.
—Hace mucho
tiempo que estoy aquí solo y aburrido. Me conformaré con una historia.
—¿Una
historia? Pero… —Nyx pensó un momento—. Está bien, escucha.
El muchacho
se sentó sobre una roca mientras Ígneo se repanchingaba aún más entre la lava y
Artus, apoyado en la pared, sonreía divertido.
—Hace ya
muchos años, vivía un dragón muy grande y poderoso, pero muy malvado, que se
comía a todo aquél que se cruzaba en su camino —comenzó Nyx su relato mirando a
Ígneo de reojo—. Un día se encontró con un elfo y, como hacía siempre, se lo
comió de un bocado. Sin embargo, antes de que llegara a tragarlo, el elfo se
agarró a la campanilla del dragón y por
más que éste sacudió la cabeza para que cayera por la garganta hasta el
estómago, no se soltó. <<Dragón, si no me liberas te heriré con mi
daga>>, dijo el elfo. El poderoso dragón intentó hacerle caer una vez
más, pero no lo consiguió. <<Muy bien, abriré la boca y podrás
escapar>>. Pero el elfo no se fiaba de él. <<No, cuando intente salir,
tú cerrarás la boca y me aplastarás con tus dientes. Tengo una idea mejor,
dirígete al sur hasta que encuentres un bosquecillo de robles>>. El
dragón hizo lo que le decía el elfo y cuando llegó allí se detuvo en medio de
los árboles que parecían cubiertos por enormes orugas amarillas. Estaban en
primavera y lo que semejaban orugas, eran en realidad, los amentos repletos de
polen. <<Ya estoy aquí, ¿y ahora qué?>> preguntó impaciente el
dragón. <<Enseguida lo verás>>. La brisa comenzó a correr y pronto
se formó una nube de polen que se introdujo en la nariz del dragón, haciéndole
tantas cosquillas que no pudo dejar de lanzar un formidable estornudo. El elfo
salió despedido a toda velocidad y cayó sobre la suave hierba ileso, a mucha
distancia del bosquecillo. Y el dragón, a partir de ese día, se aseguró de
masticar muy bien la comida antes de tragársela.
Ígneo soltó
una sonora carcajada.
—¿Ha sido una
indirecta por lo que dije de hacerme un aperitivo de humanos?
—No —le
aseguró Nyx sonriendo—. Es un cuento que solía contarme mi madre cuando comía
demasiado deprisa.
—Me ha
divertido mucho tu historia. Podéis marcharos.
Los dos hermanos
comenzaron a alejarse del dragón pero antes de que se perdieran de vista, éste
agitó sus alas llamando su atención.
—¡Buena
suerte! —les gritó—. Y no olvidéis devolverme el Oryx.
Artus y Nyx
tomaron de nuevo la senda hasta abandonar el interior del volcán y continuaron
caminando durante mucho tiempo antes de volver a mirar hacia atrás para
contemplar, en la lejanía, la diminuta forma cónica de la montaña de fuego.
—¿No crees
que será mejor que tú lleves esto? —dijo Nyx señalando su bolsa.
—No
—respondió su hermano—. Ígneo te lo entregó a ti y debes cumplir fielmente sus
instrucciones.
—Pero es que
tengo miedo de romperlo o perderlo.
—No te
preocupes —sonrió el mago—. No sucederá nada de eso, ya lo verás. Y ahora será
mejor que vayamos a Rincia para reunirnos con Lior.
Casi había
anochecido cuando llegaron a la ciudad, después de un viaje de varios días, y
se alojaron en la posada de Los Monteros que
era la que habían acordado con Lior. Allí esperaron durante tres días, hasta
que por fin, apareció su amigo esbozando una amplia sonrisa.
—¡Vaya! Así
que estáis aquí —exclamó.
Luego se
aproximó a ellos y comenzó a caminar a su alrededor, observándolos atentamente.
—No, no
estáis chamuscados. Pensé que Ígneo haría un par de pinchos morunos con
vosotros dos —rió el rubio mago con guasa.
—Como puedes
ver, eso no ha sucedido. —Le sonrió a su vez Artus—. Deberías tener más
confianza en mi probada elocuencia.
—¡Ja! Querrás
decir en la mía —intervino Nyx—. Gracias a mi historia conseguimos el Oryx.
—Tienes razón
—admitió Artus riendo y los otros dos se unieron a sus carcajadas, felices por
haberse reunido de nuevo.
Después se
sentaron en una mesa y encargaron la cena.
—Lior, ¿qué
has averiguado de la secta? —preguntó Artus.
—Los he
vigilado durante todo este tiempo y he comprobado que se está reuniendo un gran
número de adeptos en el templo de Complun.
—Deben tener
espías siguiéndonos y habrán averiguado que hemos conseguido el Oryx. Debemos
llegar a Complun lo antes posible.
Hola, Minu
ResponderEliminarMuchas gracias por deleitarnos con otro capítulo más de estos lindos y divertidos hermanos. Me ha gustado mucho y ese dragón me ha parecido encantador, nada fiero, jajajjaja.
Besosss
Gracias a ti por comentar, Ross. Y es verdad que Ígneo es bastante pacífico por suerte para los hermanos, jajaja. Besoss.
ResponderEliminarHola, Minu. Temía que el dragón les pusiera las cosas difíciles a los chicos, me alegra ver que por una vez las palabras han sido tan eficaces como cualquier hechizo.
ResponderEliminarSuena peligroso lo de la reunión de adeptos, seguro que los próximos capis van a ser de lo más moviditos para los magos ;-P
Gracias por el capi, me ha gustado mucho.
Besos
Hola, Ana. Se me había olvidado venir a responder, como miro los comentarios desde el correo. Perdona y muchas gracias por comentar. Ya solo queda un capítulo y el epílogo, así que enseguida verás cómo se resuelve todo. Besoss.
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