Siempre sueño con un pequeño gorrión que me quiere matar. Es una advertencia, pero nadie me cree y me llaman loco. Ahora estoy inmovilizado en mi cama y los tranquilizantes no me dejan soñar, pero sé que no estoy loco porque el gorrión que ha entrado por la rendija de la ventana, hunde una y otra vez el pico en la herida que ha abierto e intenta alcanzar mi yugular.
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