lunes, 2 de septiembre de 2013

UNA EXTRAÑA MUCHACHA

 

Más allá de la montaña más alta, más allá del océano más profundo, vivía una muchacha diferente a los demás. No era más alta, ni más baja que las otras muchachas. Tampoco su cabello era demasiado claro, ni demasiado oscuro. Lo que la diferenciaba y causaba desaprobación entre todos, es que amaba los libros. Y en aquel lugar apartado del mundo, los libros se consideraban peligrosos, incluso nocivos para los jóvenes.

           Los pocos ejemplares que habían llegado a tan lejanas tierras, fueron examinados por los gobernantes que desaconsejaron su lectura e impidieron su importación. Pero, Calíope, que así se llamaba la extraña muchacha, encontró uno de ellos en una tienda de baratijas y, llevada por la curiosidad, lo leyó. Desde entonces no pudo dejar de leer. Viajó por todo el país, buscando de tienda en tienda más libros que añadir a su colección y no le importó que sus amigos e incluso su familia le dieran de lado.

          Con el tiempo, los libros fueron prohibidos y Calíope tuvo que comprarlos en el mercado negro y leerlos a escondidas. Y cuando ya no hubo más libros porque todos fueron destruidos, ella misma los escribió.

          Un amigo al que creía leal, la traicionó y fue encarcelada. En su pequeña celda no tenía papel ni lápiz, ni siquiera una tiza con la que poder escribir en las paredes. Sin embargo, nadie podía poner freno a su imaginación y Calíope inventó miles de historias que guardó en su memoria.

          Cuando salió de la prisión, se fue a vivir a una casa de campo alejada del mundo y allí escribió todo lo que había imaginado durante sus años de encarcelamiento. Escribió montañas de papeles que llegaron a ocupar todas las habitaciones de su casa y que, al morir, sirvieron de alimento a las polillas.

          Estas polillas, cuando terminaron de comerse todas las obras de Calíope, salieron de la casa y se desperdigaron por todo el país y todas aquellas personas a las que rozaron con sus finas alas, sintieron la imperiosa necesidad de escribir una historia que les había venido a la cabeza sin saber por qué.  Y cada vez hubo más y más escritores, hasta que al final, los mismos gobernantes que prohibieron los libros, se convirtieron en escritores y mandaron erigir cientos de bibliotecas para que guardaran todas sus obras. Y en todas estas bibliotecas se puso una placa con el nombre de Calíope, la primera escritora que vivió allí.

 

6 comentarios:

  1. Esto no es de terror pero me da un poco de mala espina! Te imaginas cientos de polillas por ahi atacandonos? bua
    Bueno pero lo que interesa es el mensaje del relato y me parece muy bonito, no se puede parar la creatividad ni lo intenten!!

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    1. No, no es de terror, aunque sería terrorífico que prohibieran los libros, jajaja. Besos.

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  2. Hola, Minu!
    La historia, es hiperbreve, pero ha estado bien, me ha gustado. A mi no me dan dentera las polillas como a Saito, jajjaja, además no me importaria que una de esas polillas de la historia rozaran sus alas sobre mi, no sería ningún problema en absoluto, jajajaja.
    Gracias por compartir con nosotros tus lindas creaciones.
    Que tengas una muy buena semana.
    Besosss

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    1. Hola, Ross, me alegra que te haya gustado, y menos mal que no tienes manía a las pobres polillas, jajaja. Besoss.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Hola, Billy, gracias por comentar. A Saito ya le dije que no eran las mismas polillas que se comen la ropa, jajaja. Besoss.

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